En diálogo con Ana, amiga piurana de Carlos Reyes, estudiante de Medicina.

Este post es una continuación de uno anterior, donde la misma persona preguntaba: “Si basta la sola razón para tener una clara idea de Dios y obrar moralmente bien, ¿qué necesidad tengo de ser católico?, ¿qué me aporta el ser católico?, ¿no sobra el ser católico?” Una vez leída la respuesta anterior, ella añade otras preguntas. Como resulta un poco extenso, lo dividiremos en dos entregas.

“En el artículo anterior usted dio 2 motivos [para ser católico], las preguntas irán dirigidas a cada punto”.

  1. Buscar la verdad y encontrarla.

Entendiendo por verdad a Dios:

 ¿Por qué no bastaría con una idea general de Dios?

Nuevamente aquí la noción de “verdad” juega un papel preponderante. No buscamos simplemente alguna herramienta conceptual que llene nuestro paisaje intelectual para quedarnos tranquilos. No se trata entonces de encontrar una idea funcional de Dios, perfectamente intercambiable por cualquier otra, pero que debe funcionar exclusivamente como paliativo para nuestras conciencias y angustias existenciales. Se trata, en cambio, de indagar sobre Dios; si existe y, en caso positivo, sobre cómo es Él, y si ha dicho algo acerca de Sí mismo, es decir, si se ha revelado.

De forma que, a un nivel de respuesta, basta con una idea general de Dios, que es el Dios de los Teístas, el Dios al que puede llegar la Teodicea, como búsqueda de Dios con las exclusivas herramientas de la razón, al Dios que llega, por ejemplo Anthony Flew, un reconocido ateo activista convertido recientemente al teísmo ante la evidencia racional de que era la posibilidad más lógica, pues aceptar el ateísmo supone hacer muchos más actos de fe que aceptar un único Dios. Pero, una vez que he respondido afirmativamente a la pregunta por la existencia de Dios, el anhelo de verdad que anida en el corazón humano, me empuja a realizar más preguntas: ¿cómo es Dios?, ¿ha dicho algo de sí mismo? En el fondo se trata, una vez que tengo claro que Dios existe, de ver si es necesaria o no la religión para acercarme a él, y solo después, determinar cuál es la correcta.

Anthony Flew

¿Se puede hablar de un Dios católico? ¿Cómo es ese Dios católico? ¿Por qué aceptarlo como verdadero sobre la idea general de Dios? 

No es correcto hablar de “Dios católico.” Dios es simplemente Dios, cualquier etiqueta posterior sería un sello de inautenticidad, como cuando te dicen: “plata putter”, es decir, no es plata, es un sucedáneo sintético. No hay un “Dios católico”, sencillamente existe un único Dios, en el cual creemos los católicos. En este sentido, es el mismo Dios que adoran los cristianos, en todas sus variantes, los judíos y los musulmanes, también en todas sus variantes.

¿Por qué aceptarlo como verdadero sobre la idea general de Dios?

Una vez que tengo clara la idea de que Dios existe, debo preguntarme sobre cómo es y si ha dicho algo de sí mismo. En este sentido, abandono la idea general, para dar el siguiente paso, apoyado claro está en el anterior. Al darlo descubro de ese Dios se ha revelado en la historia a través de hechos y palabras, y que esa revelación sobre Dios constituye la tradición judeo-cristiana. La Biblia sería el documento, el testigo de esa revelación histórica y progresiva. El Islam sería solo una reinterpretación tardía de tal tradición, con el vigor suficiente para formar una religión de carácter universal. Pero nunca sería el depositario de esa revelación original, como sí lo ha sido el judeo-cristianismo. El judaísmo para el Antiguo Testamento, en líneas generales, y el cristianismo para la Biblia entera, particularmente el Nuevo Testamento, en líneas generales.

biblia

¿Cómo es ese Dios católico?

Ya se ha visto que la pregunta esta incorrectamente formada. Sencillamente Dios es como es, y se ha manifestado en la historia. Los católicos, la religión católica, sencillamente es la depositaria de esa tradición, de esa revelación de Dios. En este sentido, la forma “católica” de ver o entender a Dios, se corresponde con el contenido que Dios ha transmitido de Sí mismo en la revelación, es decir, en su libre auto-manifestación histórica, cristalizada en la Biblia, pero que se completa por la Tradición. No es un “Dios católico”, sino simplemente “Dios”, que se ha revelado en la historia y ha confiado el depósito de esa revelación a la Iglesia Católica. La pregunta correcta sería, ¿cómo es ese Dios que se ha revelado y cuya memoria conserva la Iglesia Católica?, o ¿cómo es el Dios de la Biblia? Una pregunta muy profunda, que en realidad nunca terminaríamos de responder, porque obviamente el misterio de Dios sobrepasa la capacidad del hombre. Pero, como se ha revelado, sí que podemos decir bastantes cosas acerca de Dios, salvando su misterio; es decir, cualquier cosa que podamos afirmar de Dios, es mucha mayor la desemejanza respecto de Él que la semejanza, pero eso no quiere decir que lo que se afirme sea falso o incorrecto, simplemente que es insuficiente.

“Dios es el que es.” “Dios es el mismo ser subsistente.”

De entre lo mucho que se puede sacar en claro del Dios bíblico, tenemos las siguientes características, que no tienen la pretensión de ser exhaustivas. Primero, lo obvio: Dios es, pero junto a esto, lo misterioso: “Dios es el que es.” “Dios es el mismo ser subsistente.” Ahora bien, esto es muy “metafísico” o “filosófico”, misterioso en definitiva. Rápidamente lo dejamos de lado y afirmamos, “Dios es amor”. Así lo define san Juan en sus cartas, así lo retoma Benedicto XVI en su primera carta Encíclica como Papa, para explicar precisamente cuál es la idea que los cristianos tenemos de Dios. Si uno desea profundizar en ello, es decir, en cómo entendemos los cristianos a Dios, la referencia fundamental es precisamente dicho texto.

“Dios es amor”

En esa línea del amor, añadiré solo dos precisiones más que permiten entender cómo es el Dios cristiano, es decir, a quién le rezamos y por qué: Dios es un Padre y es Misericordioso. La realidad de esa paternidad y esa misericordia, como principal característica divina, queda magistralmente reflejada por Jesús mismo en la “Parábola del Hijo pródigo”, recogida en el capítulo 15 del evangelio de san Lucas. Dios es un Padre Misericordioso. Por eso le rezo, tengo certeza de que me quiere, le importo. Nuestra fe es, fundamentalmente, fe en el amor que Dios tiene por nosotros. Ahí está el cimiento, la seguridad desde la que cimiento mi propia vida. ¿Por qué esa seguridad? Porque somos hijos de Dios, y como expresa inmejorablemente san Pablo en el capítulo 8 de la Epístola a los Romanos (uno de mis textos preferidos de toda la Sagrada Escritura) “quien no perdonó a su propio Hijo, ¿cómo no nos va a dar con Él todas las cosas?”

¿Cómo es el Dios cristiano?, es decir, ¿a quién le rezamos y por qué? Dios es un Padre y es Misericordioso.

Rembrandt Hijo Pródigo

Al encaminar mi fe en las vías del catolicismo ¿estaría cometiendo impiedad si acepto que Dios es creador  dejando de lado que también es amor? ¿Qué implica el “Dios es amor”? 

No estarías cometiendo “impiedad”, simplemente estarías cometiendo “un error”, dando muestras de que has recibido parte del mensaje, un mensaje verdadero, Dios ha creado todas las cosas. Pero te ha faltado recibir la otra parte del mensaje, que complementa el anterior. ¿Por qué ha creado Dios todas las cosas? Por amor. ¿Para que las ha creado? Para que le amemos. ¿Qué nos revelan esas cosas creadas por Dios? Aunque no resulte evidente, terminan por hablarnos del amor de Dios por nosotros. Al ser la creación por amor, ella sola nos conduce, de alguna forma, a la consideración del amor divino.

¿Qué implica el “Dios es amor”?

Dios es amor constituye una explicitación de su carácter personal. Dios no es la perfección absoluta, que llevaría aparejada una fría soledad absoluta y aislada, distinta de la imperfecta creación. Dios, por el contrario, “es familia”, en el sentido de que es una comunión de amor interpersonal. Dios no es una fuerza o una energía, no es tampoco todo, tú y yo no somos Dios; Dios es persona, y quien dice persona dice relación. No es la pura soledad, sino la pura comunión que produce el amor. Por eso Dios es familia, la imagen trinitaria que Él mismo nos ha transmitido así lo revela: En Dios hay Paternidad –Dios Padre-, Filiación –Dios Hijo- y la esencia de la familia, el Amor –Dios Espíritu Santo- hasta el punto de que algunos teólogos y teólogas han visto en ese Amor Divino, que es el Espíritu Santo, como el aspecto «femenino» de Dios. En cualquier caso, que “Dios sea Amor” implica que tanto su ser como su obrar son de Amor. Dios es Amor y todo lo que hace también. Todo lo hace por amor y el amor se revela en todas su obras, también entonces en la Creación. Si analizamos correctamente la gramática de la creación, terminaremos descubriendo el amor divino que la sostiene.

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Si lo veo solamente como Dios creador ¿perdería mi comunión con Él? 

No perderías tu comunión con Él, sencillamente sería una comunión limitada, imperfecta. Es como tener 2G cuando puedes servirte del 4G, 5G o 6G. El 2G funciona para algunas cosas, pero para otras necesitas 4G, y con 5 o 6G lo harás mucho mejor. Dios creador va muy bien, porque es verdadero, pero esa misma verdad nos conduce a una dinámica, extraña al conformismo, que va en la línea de descubrir cómo es Él, y al hacerlo, su amor se vuelve patente.

Iphone 6G plus

¿Qué sería primero? Interiorizarlo como Dios=Amor para estar en comunión con Él o estar en comunión con Él para interiorizarlo.

Digamos que van de la mano. Es un proceso, un camino, como suele ser toda la vida cristiana: algo vivo, de forma que no se puede diseccionar perfectamente. Es como andar en bicicleta o nadar, tienes que moverte, y si te quedas parado o sin moverte, te caes o te hundes. Así es en la vida de fe, vida interior, vida de gracia o vida sobrenatural… Con diferentes matices vienen a ser más o menos sinónimas estas expresiones, pero lo que tienen en común es que se trata de algo vivo. También por eso, cada quien tiene su camino, no hay una formula o proceso general establecido. Cada quien se va encontrando con Dios, lo va interiorizando, va buscando la comunión con Él en las distintas circunstancias de su vida. Cada uno va siendo capaz de descubrir a Dios en las personas, los sucesos, las circunstancias y las actividades, va descubriéndolo en su corazón y en el fondo de su alma, y va aprendiendo poco a poco a disfrutar con Él.

Cuando esa vida madura, va aprendiendo a orar sirviéndose de su Palabra (la Sagrada Escritura), va descubriendo la liturgia (la santa Misa principalmente) como la mejor forma de entrar en comunión con  Él, y va descubriendo a cada una de las tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tratándolas, distinguiéndolas y asombrándose por la labor que cada una realiza en su alma y en el mundo. Pero, como todo, es algo progresivo y, lo más importante, es un don, que suele otorgar Dios cuando somos sencillos, humildes, descomplicados, como los niños.

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 Si reconozco a Dios pero no lo puedo interiorizar, ¿es por falta de fe?

 Habitualmente sí. Por falta de fe, que lleva aparejadas la falta de esperanza y la falta de amor. Otras veces es por falta de humildad, virtud necesaria, pues el trato con Dios debo recibirlo como un regalo, como un don; algo a lo que en estricto sentido no tengo derecho y que escapa a mi control y dominio. No lo tengo garantizado ni siquiera por realizar determinadas prácticas de piedad, es siempre un don, un regalo. Otras por vivir en medio de un frenético activismo que nos dificulta la interioridad y el silencio, como lugares privilegiados para el encuentro con Dios. Otras, en fin, por pensar erróneamente que se trata principalmente de sentir, cuando en realidad se trata de saber. No se dice “te siento” sino “te quiero.”

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