¿María tiene que ser virgen y por obra y gracia del Espíritu Santo nació Jesús? Pregunta Alexandra Granda, Derecho.
En efecto, es así. La dificultad para aceptarlo es la misma que la de la resurrección: el presupuesto de que no puede existir nada sobrenatural, y cuando la Biblia nos lo cuenta, debemos buscar otro tipo de explicación más racional. Es cierto que la “exégesis” o estudio de la correcta interpretación bíblica permite situar y contextualizar otros eventos narrados por la Biblia en una forma no literal. Por ejemplo, la historia de Jonás comido por la ballena, o los seis días de la creación. Alguien podría preguntarse ¿por qué algunos textos son susceptibles de otro tipo de explicación, y otros no? La clave es doble: por un lado, perdona la redundancia, la exégesis misma, el estudio del género literario y del contexto en el cual se redactó el texto. Por otro es la fe de la misma Iglesia, pues la Biblia es un libro que se interpreta desde la fe de la Iglesia, cuyo punto clave es Cristo mismo. Pero sobre eso podremos abundar en otra pregunta.
Todo privilegio de María es consecuencia de ser la madre de Jesús, y de que Jesús es Dios.
Sin embargo, tanto la resurrección como el parto virginal de María suponen un cimiento de la fe, y no permiten una interpretación metafórica o espiritualista. De hecho, es parte importante de aquello que hace, de Jesús y de la Virgen, personas especiales. Cabe decir que la virginidad perpetua de María, así como todos los dogmas marianos: su Inmaculada Concepción, su Asunción a los Cielos, el hecho de que es Toda Santa, Llena de Gracia y la misma virginidad perpetua, son consecuencia de que ella es Madre de Dios, es decir, fruto del dogma de la Encarnación. Todo privilegio de María es consecuencia de ser la madre de Jesús, y de que Jesús es Dios.
Lo ordinario es que Dios se sirva del orden natural que Él mismo ha creado pero, en ocasiones especiales, nos muestra que lo natural no agota todo lo real, quedando un espacio para lo sobrenatural. La resurrección y la virginidad perpetua de María entran  de lleno en el ámbito  sobrenatural.
Si lo vemos desde este prisma, no resulta ni descabellado ni imposible que María haya sido siempre Virgen, pues “para Dios nada hay imposible” (Lucas 1, 37). Aunque lo ordinario es que Dios se sirva, en su Providencia, del orden natural que Él mismo ha creado, en ocasiones especiales nos descubre un poco la cortina, mostrándonos que lo natural no agota todo lo real, quedando un espacio para lo sobrenatural. La resurrección y la virginidad perpetua de María entran dentro de aquello que Dios nos desvela muy ocasionalmente, introduciéndonos de lleno en el ámbito de lo sobrenatural. No son, de otra parte, el único ejemplo, pues los milagros, si bien no son frecuentes, de vez en cuando ocurren, y son una manifestación de lo mismo: la existencia de una realidad sobrenatural. Ordinariamente, cada beatificación o canonización, que no sea por causa de martirio, supone la comprobación médica de una curación inexplicable atribuida a la intercesión del beato o santo en cuestión, y por ello milagrosa.