Es una cuestión de confianza. La existencia de importantes grupos poblacionales que se oponen a la vacunación contra el COVID, pone en evidencia una acentuada crisis de confianza en las instituciones. No es banal el número de personas que se niegan a vacunarse: Estados Unidos no llegó a la meta prevista para el 4 de julio de 2021, en gran medida porque varios estados sureños redujeron a la mitad el ritmo de vacunación mientras que se multiplicaban por dos el número de los contagios con la variable Delta del virus. Es decir, los antivacunas son estadísticamente relevantes y han podido desacelerar el proceso de vacunación en un país al que le sobran vacunas.

Ahora bien, parece ser que esta es una variable del mundo COVID –nótese, no post-COVID-, pues el virus, además de causar estragos sanitarios y económicos, ha mermado la confianza en las instituciones y los estados. La gran cantidad de información contradictoria que circula en las redes, el extraño manejo de la epidemia por parte de OMS, las informaciones que daban los gobiernos en un primer momento, que posteriormente eran desmentidas por los hechos, todo ello sumado ha generado un clima de desconfianza. No estamos en el mundo “post-COVID”, porque el virus llegó para quedarse, no va a desaparecer por arte de magia.
El COVID ha traído consigo la desconfianza, porque todo ha sido muy extraño. Ahora esto se está manifestando en las personas que no desean vacunarse, normalmente por alguno de estos tres motivos fundamentales, que corren como agua en las redes sociales, y que son en ocasiones inverificables.

Un primer grupo de los antivacunas está formado por quienes tienen miedo a los efectos nocivos de la vacuna. En las noticias circulan ejemplos de personas que han tenido reacciones adversas, y, en casos extremos, han fallecido por la aplicación de la vacuna. Aunque el porcentaje es realmente irrelevante respecto de la inmensa multitud que se ha vacunado, uno nunca sabe si será parte de la estadística fatal, o puede desconfiar de la fiabilidad de los datos oficiales y pensar que en realidad es mucho más elevado el número, pero las autoridades sanitarias nos lo quieren ocultar.
El otro grupo podríamos denominarlo “conspiranóico”, que tiene dos facetas diversas. Algunos piensan que lo del COVID es un engaño, un audaz experimento de ingeniería social para tenernos controlados y limitar nuestras libertades. Dentro de este grupo están los que de plano niegan su existencia, o los que la admiten, pero la consideran mucho menos nociva de lo que nos hacen creer los medios de comunicación. El segundo grupo “conspiranóico” sostiene que el COVID sí existe, es real, pero que ha sido fabricado por no sé qué clase de poderes oscuros (desde Bill Gates hasta Xi Jinping), para posteriormente vacunarnos. Las vacunas tendrían determinados efectos secundarios que estos poderes de facto buscan imponer a la población mundial.

El tercer grupo lo forman aquellos que no se vacunan por motivos de conciencia. Saben que las vacunas se han elaborado a partir de determinadas líneas celulares provenientes de fetos abortados y ello les crea una crisis de conciencia: no puedo estar en contra del aborto y a la hora de los problemas servirme de él, pues ello entrañaría una mentalidad pragmática y utilitarista poco consecuente con el valor intangible de la vida. A estas personas no les hace mella que el Vaticano se haya pronunciado a favor de vacunarse, ni que tanto Francisco como Benedicto XVI se hayan vacunado.
¿Qué decir a todo esto? Pues pone en evidencia cómo, en plena época de la post-verdad, la gente sigue necesitando de la verdad. El problema es que hay demasiado ruido en el ambiente, mucha distorsión informativa, y no se puede percibir con claridad dónde está la verdad. La raíz hebrea de la palabra verdad designa fidelidad, confianza. La verdad-confianza se ha perdido, superada por el exceso de información incierta. El hecho de que “cada quien tenga su verdad y la comparta” ha producido una parálisis y una perplejidad comprensibles, las cuales nos hacen más vulnerables, proclives a ser víctimas de posturas descabelladas, como la de no vacunarse (siempre que yo esté en la verdad y no peque de ingenuo, por confiar todavía, hasta cierto punto, en las autoridades sanitarias).

aquí en Costa rica se hacen mega campañas de vacunación en centros comerciales, a veces hay hasta 1700 vacunas disponible en un sólo cento comercial…
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recientemente estados unidos nos donó un lote de medio millón de vacunas (para un país de 5 millones de habitantes) y ese lote vencería en menos de un mes… se hizo una aceleración increíble de la vacunación: medio millón en 10 días…
https://delfino.cr/2021/01/asi-avanza-la-vacunacion-contra-la-covid-19-en-costa-rica
hasta yo me pude vacunar
sin embargo la campaña de inmunización podría ir más rápido si las farmacéuticas nos tuvieran más en cuenta
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muchas gracias Padre Mario Arroyo por su buen artículo. Saludos desde Piura-Perú
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Y, Padre, ¿en cuál de las tres categoría pondría, por ejemplo, a John Ioannidis, Martin Kulldorff, Sunetra Gupta o Jay Bhattacharya? Académicos de clase mundial en medicina y epidemiología de las universidades de Stanford, Oxford y Harvard que opinan que las vacunas (a la fecha autorizadas de emergencia) son una maravilla pero deben ofrecerse a las personas vulnerables… y que lo que es descabellado es pretender imponérselas a toda la población, cuando para muchos presentan mayor riesgo que la enfermedad misma? No me parecen precisamente anarquistas, anti-sistema; conspiranóicos que creen en los ovnis; ni católicos tradicionalistas…
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pues no sé que opina el padre… pero yo creo que serían del primer grupo…
eso de que » para muchos presentan mayor riesgo que la enfermedad misma» los clasifica quizá dentro de los que le tienen miedo a los efectos secundarios, aunque parece que si creen que vale la pena que los que tienen mayor riesgo
… al menos así me me parece
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Así lo creo
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Creo que estarían en el primer grupo. Las consideran peligrosas y desconfían de las autoridades sanitarias
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Me considero del grupo 1, con un poco del grupo 2. Tengo más miedo a la vacuna que al covid por si mismo. Obvio para la mayoría de los que me rodean soy irresponsable y paranoica. Creo que es un tema donde se debe practicar el respeto ante todo. Y me parece un atropello a la libertad el que se trate de obligar a vacunarse y cerrar las puertas de comercios, restaurantes, incluso países donde no estás vacunado. Saludos Padre
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respeto… a la opinion? o a usted?
yo me inclino más a respetarle a usted….
pero concuerdo que no se le puede obligar, sería innecesario, pues el riesgo no sería para los demás.
el padre fortea publicó un buen artículo al respecto: http://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2021/07/el-poder-el-derecho-la-pandemia.html
y le comparto mi opinión personal, tan «respetable» como la suya, si lo desea ver de ese modo, hay ciertos síntomas que hay mayor probabilidad de que se den si usted se enferma de covid 19 que como efecto secundario de la vacuna. además yo no he oído de ninguna vacuna que no de eféctos secundarios, incluso las que nos pusieron cuando fuimos niños
y además recuérdese que al final de cuentas… todo está en las manos de Dios
¡saludos!
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Buenos días Irma
Creo que es un tema complicado. Por supuesto que tienes el derecho de actuar conforme a tu conciencia, y que debes ser respetada. Pero hay un tema que no abordo de intento en el artículo, pues me parece complicado. Lo resumo brevemente: tú tienes derecho a no vacunarte… y el gobierno de Francia tiene derecho a no dejar entrar a los que no se vacunan, o el jefe de una tienda no permitir la entrada a los que no estén vacunados… Es decir, el precio que van a pagar por su libertad de conciencia es alto. Yo lo pagaría por otros temas, como la fe en primer lugar, o la defensa de la vida inocente… Por este tema, no estaría dispuesto a sufrir esa clase de vejaciones que se ven ya inminentes
Saludos cordiales
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Opino que a os antivacunas.. Si las vacunas provocan la muerte de las personas, lógica de esas personas que no se quieren vacunar, bajo su lógica se van a quedar solas y enteraran a sus hijos, padres, esposos y demás familiares que se han vacunado o se van a vacunar
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Es mucho más probable morir de COVID que de la vacuna
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completamente de acuerdo
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Con el debido respeto, si usted mismo dice que “el COVID ha traído la desconfianza porque TODO HA SIDO MUY EXTRAÑO”, ¿no le parece que justo por eso seria mas prudente tomar en cuenta que las razones de esa desconfianza y de no querer vacunarse tienen un fundamento? Yo, como muchos, he dedicado horas de estudio e investigación de la información que aportan especialistas de gran renombre y que han tratado de silenciar bajando sus publicaciones de las redes sociales y de la web. Pero la verdad sale a la vista, tarde que temprano. Por otro lado, en cuanto a mi decisión de no vacunarme con este tipo de vacuna, no merece ser llamada como postura descabellada, pues responde, -ademas de que el principio terapéutico no soporta su uso-, al juicio ético que detenidamente realicé, valorando que si bien, el objeto y el fin del acto de vacunarme no era malo, si algunas de las circunstancias, lo que sostiene porqué mi conciencia se opone a estas vacunas: estas vacunas autorizadas usan un producto procedente de un acto ilícito: el ABORTO, y seria una cooperación -aunque remota- al mal, pues facilita o propicia la cultura abortista y el utilitarismo del ser humano, al dar una dimensión positiva a el mal del aborto, e insensibilizando la mentalidad general hacia el mal del aborto. Siendo que ademas hay formas de responder a mi obligación moral
de cuidar mi salud y la de mi prójimo, usando otros medios profilácticos y preventivos disponibles y de fortalecimiento de las defensas naturales. Todo esto, no se contrapone al documento de diciembre del 2020 de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Además que nuestra base de criterio moral debe soportarse primeramente en el Magisterio y la Palabra de Dios. Ver porfavor la INSTRUCCIÓN DIGNITAS PERSONAE (puntos 34 al 37), la INSTRUCCIÓN DONUM VITAE (I, 5 y 6) y el Catecismo de la Iglesia Catolica (2270-275).
Ojalá esto ayude a suavizar el criterio que manifiesta con este artículo hacia las personas que deciden, en conciencia no vacunarse con este tipo de tratamientos génicos.
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Sí, creo que fue excesivo el calificativo: «descabellado», una disculpa. De todas formas sigo pensando que la decisión más sensata es vacunarse, aunque respeto a los que no la comparten, pues es un asunto opinable.
Que tenga buen día
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