¿Cómo funciona en verdad el Vaticano?, ¿para qué usa toda la plata?, ¿los preceptos morales son inventos suyos para controlar las conciencias? Por Alejandra Granda, Derecho
Ningún euro obtiene el Vaticano del hecho de que yo haga caso a mis padres o sea honesto. Los mandamientos los conoce el hombre con su razón, de forma que un no cristiano, un chino que nunca ha escuchado de Jesús y menos de la Iglesia, sabe que robar es malo y que debe agradecer los cuidados a sus padres.
Lo que sí es un mito es lo del “dinero” del Vaticano. No porque no tenga, que tiene y mucho, pero no lo que el imaginario popular supone. Por ponerte un ejemplo, la FIFA maneja muchísimo más dinero que el Vaticano, es más, el traspase de Neymar (222 millones de euros) triplica la cantidad de plata que ejerce el presupuesto del Vaticano en un año. Los que se escandalizan del dinero de la Iglesia y de por qué no lo da a los pobres, primero deberían pensar qué hacen ellos con su dinero y por los pobres, después escandalizarse de la obscena cantidad de dinero que mueve una realidad tan sana como el fútbol, para escandalizarse después con la cantidad de dinero que se maneja en casinos, casas de juego, clubes nocturnos y discotecas, la cual sobrepuja muchas veces, el dinero que ejerce la Iglesia. Nadie se hace sacerdote para “hacerse rico”, es sencillamente ridículo.
La FIFA maneja muchísimo más dinero que el Vaticano, el traspase de Neymar (222 millones de euros), por ejemplo, triplica la cantidad de plata que ejerce el presupuesto del Vaticano en un año
Pero, como en todo lo anterior, es oportuno hacer matices. ¿A qué nos referimos con “el dinero de la Iglesia”? No es lo mismo “dinero del Vaticano”, que “dinero de la Iglesia”. Dinero de la Iglesia es el que das el domingo de limosna en misa, es decir, es el dinero que el pueblo creyente ofrece a su Iglesia. Hay países, como Alemania, Italia o España, en los que una parte de los impuestos (8 sobre 1000 era en Italia hace unos años), se destina a la asociación religiosa o caritativa que los mismos ciudadanos elijan. Los ciudadanos católicos suelen elegir a la Iglesia católica. Curiosamente se da entonces el fenómeno de que la Iglesia alemana tiene más plata que el Vaticano, o de qué hay Iglesias muy ricas, como la de Estados Unidos, porque sus fieles tienen medios y son generosos, e iglesias pobres como la del Perú (con pocas excepciones, como podría ser Cuzco) o las africanas. La Iglesia alemana suele apoyar muchas obras de misericordia en todo el mundo, y ayudar a las iglesias pobres, por ejemplo, en la formación de los sacerdotes. A mí, por ejemplo, me cubrieron los estudios sacerdotales dos instituciones de la Iglesia alemana: Kirke im not (La Iglesia que sufre) y Adveniat.
En este sentido, el concepto: “la plata de la Iglesia” es más amplio que “la plata del Vaticano”. ¿Qué hace la Iglesia con la plata? Aquí un elenco no exhaustivo reciente, tomado del Anuario Pontificio 2016:
Institutos de instrucción y educación
En el campo de la instrucción y la educación la Iglesia administra en el mundo 73.580 escuelas infantiles frecuentadas por 7.043.634 alumnos; 96.283 escuelas primarias con 33.516.860 alumnos; 46.339 institutos de secundaria con 19.760.924 alumnos. Además, sigue a 2.477.636 alumnos de escuelas superiores y 2.719.643 estudiantes universitarios.
Institutos sanitarios, de beneficencia y asistencia
Los institutos de beneficencia y asistencia administrados en el mundo por la Iglesia engloban: 5.158 hospitales con mayor presencia en América (1.501) y África (1.221); 16.523 dispensarios, la mayor parte en África (5.230), América (4.667) y Asia (3.584); 612 leproserías distribuidas principalmente en Asia (313) y África (174); 15.679 casas para ancianos, enfermos crónicos y minusválidos la mayor parte en Europa (8.304) y América (3.726); 9.492 orfanatos en su mayoría en Asia (3.859); 12.637 guarderías con el mayor número en Asia (3.422) y América (3.477); 14.576 consultorios matrimoniales, en gran parte en Europa (5.670) y América (5.634); 3.782 centros de educación o re-educación social y 37.601 instituciones de otros tipos.
Ahora bien, lo anterior no quita que la Iglesia esté formada por hombres y, es inevitable, entre ellos no puede faltar siempre un “vivo” e incluso algún corrupto, que se aproveche de la situación o viva de la Iglesia. Desde el monaguillo que se queda con parte de la limosna el domingo, hasta algún monseñor sin escrúpulos que se vuelve ávido de dinero. Siempre lo ha habido, siempre lo habrá, pues es la condición humana, pero no es bueno generalizar un caso patológico como si fuera lo habitual. No es bueno porque es falso, tendencioso e induce al engaño.
Hay dos hechos que sí merece la atención consignar. Uno positivo y otro negativo. El positivo lo constituye la impronta que Francisco ha dado a la Iglesia, recordando insistentemente su opción fundamental, pero no exclusiva, por los pobres. Su doctrina no es nueva, es la de siempre, conocida como “Doctrina Social de la Iglesia”, pero lo novedoso son los gestos. En primera persona quiere dar ejemplo de desprendimiento de los bienes materiales, va por delante en lo que predica, o implementa gestos concretos de preocupación real por las personas: desde vivir en una habitación pequeña, usar un carro o unos zapatos sencillos, dar cobijo, alimento y baño a los “sin techo” de Roma, o celebrar el día de su cumpleaños invitando a mendigos romanos a almorzar. Son gestos con los cuales él va por delante, nos saca de nuestra zona de confort, e invita a la Iglesia a seguir su camino e imitar su ejemplo: un domingo al año pide que los católicos invitemos a comer a un mendigo, o vivamos un gesto especial de generosidad con los pobres (no solo dar plata, sino implicarse con el pobre, ver su rostro, descubrir que es un hermano).
El negativo es que desde hace unos años existe un proceso por esclarecer las finanzas vaticanas. En ese camino se han empeñado tanto Benedicto XVI como Francisco. Ha sido un proceso largo en la línea de conseguir una total transparencia. En el trayecto han salido a la luz cosas turbias. De momento estamos a mitad del camino, no parece haber concluido el proceso, en el cual se ha modificado repetidamente el modo de organizar las finanzas vaticanas (el famoso IOR, Instituto para las Obras de Religión), y se han sustituido, una y otra vez, a las cabezas de esta institución. El tema es complejo, requiere conocimientos económicos y financieros de los que carezco. En parte ese ha sido también el problema de los últimos Papas que, sin ser peritos en finanzas, deben delegar en otros especialistas el ejercicio de las finanzas vaticanas. Insisto, sin embargo, que el volumen de las mismas es mucho menor que el traspaso de Neymar, o lo que se suele gastar, por ejemplo, en las elecciones de un país medianamente grande.