A veces es bueno dejar correr la imaginación durante la oración. Hoy lo he hecho; es mejor poner todas las cartas sobre la mesa, estando un poco enojado; quizá más que un poco. ¿Cuál es el motivo de mi malestar? La publicación de la “Nota Doctrinal Mater Populi fidelis sobre algunos títulos marianos referidos a la cooperación de María en la obra de la salvación.” En ella el cardenal “Tucho” Fernández nos dice que ya no debemos llamar “corredentora” a la Virgen -como la han denominado santos de la talla de san Juan Pablo II o San Josemaría Escrivá- y pontífices como Benedicto XV a quien no le tiembla la mano en afirmar: “de tal modo, juntamente con su Hijo paciente y muriente, padeció y casi murió; y de tal modo, por la salvación de los hombres, abdicó de los derechos maternos sobre su Hijo, y le inmoló, en cuanto de Ella dependía, para aplacar la justicia de Dios, que puede con razón decirse que Ella redimió al género humano juntamente con Cristo” (Benedicto XV, Carta Inter sodalicia, 22-III-1918). Más aún, el mismo Benedicto XV, el 12 de enero de 1921, instituyó la fiesta litúrgica de “María Medianera de todas las gracias para todas las órdenes y diócesis que lo solicitasen”, la cual se celebraría el 31 de mayo. Cabe recalcar que también “Tucho” manifiesta ciertas reservas para usar este título aplicado a la Virgen.

¿Qué haría entonces si fuera Papa? Lo que le dije a Dios en mi oración de hoy en la tarde fue lo siguiente: Definiría dos nuevos dogmas marianos: “María Medianera de todas las gracias” y “María corredentora.” ¿Qué haríamos entonces con Mater Populi fidelis del Dicasterio para la Doctrina de la Fe? Lo mismo que le hizo “Tucho” Fernández con Fiducia supplicans al anterior prefecto Cardenal Ladaria S.J., que en su Responsum de la Congregación para la Doctrina de la Fe
a un dubium sobre las bendiciones de las uniones de personas del mismo sexo, del 22 de febrero de 2021, había afirmado que no se podían bendecir las parejas homosexuales. “Tucho”, menos de tres años después (el 18 diciembre 2023) nos dice que siempre sí se pueden bendecir. Así que no estaría haciendo nada realmente nuevo en mi pontificado, en realidad seguiría la tradición inaugurada por Fernández.

Cardenal «Tucho» Fernández

Una vez “bajado ese balón” (lo primero, la Virgen, darle el lugar que le corresponde), realizaría dos nombramientos importantes. En primer lugar, le impondría a san Juan Pablo II el título de “Magno”, que en la actualidad sólo tienen san León Magno y san Gregorio Magno. Alguno podría objetar que no aplicó la justicia ni a Marcial Maciel ni a Theodore McCarrick. A lo que respondería: ser santo no te hace inmune a padecer engaños. Hasta el más santo puede ser engañado y, como cualquier persona, toma decisiones con los datos que tiene a su disposición. Los dramas de Maciel y McCarrick no son fruto de la indolencia de san Juan Pablo II, sino de -lo que no deja de ser muy triste- la corrupción en el Vaticano. Mostraron cómo el dinero puede comprar y corromper hasta a los cardenales. El segundo nombramiento es doble: primero canonizaría a Benedicto XVI, para -poco tiempo después- proclamarlo doctor de la Iglesia y patrón de los teólogos junto con santo Tomás de Aquino y san Agustín. Creo que sólo así se les haría justicia a estos dos pontífices.

Y ya que en esas andamos, para evitar confusiones y con ánimo ecuménico -el que proclama “Tucho” Fernández para justificar el despojo de sus títulos a la Virgen-, revocaría Fiducia supplicans, pues claramente es un documento que ha causado mucha división en el seno de la Iglesia y fue, sin lugar a dudas, un descalabro ecuménico, como pocos se han dado en la historia reciente. En fin, esa fue la oferta que le hice a Dios hoy en mi oración de la tarde. Dejo en sus manos esos deseos y me quedo en paz. Pienso que la Virgen y san Juan Pablo II estarán contentos conmigo en el cielo. Espero no ser el único que piense así.