Feminismo centrado en la persona. De la teoría a la realidad.

IBARRA Soto, Diana Erika.

CRESPO Arriola, María Fernanda.

OCHOA Torres, Susana A.

NUN, Ciudad de México, 2023, pp.260.

  1. Coordenadas del libro

Sorprende gratamente la lectura del “Feminismo centrado en la persona”, entre otros muchos motivos, por tratarse de un texto trabajado en equipo. Constituye una excelente prueba de la fecundidad del trabajo en equipo, particularmente cuando este equipo está formado exclusivamente por mujeres. Admira la fluidez de un texto escrito a varias plumas, donde no se adivina dónde termina una para comenzar la otra. De hecho, salvo el primer ensayo “¿Puede el feminismo ser un humanismo?” De Prudence Allen, que ha sido tomado con permiso de una publicación precedente, todas las demás entradas están redactadas a tres manos, siendo finalmente quince las plumas que parieron el texto y veintiuna las miembros del Grupo Interdisciplinar de Estudios Feministas (GIEF), que impulsaron el trabajo y gestaron la idea.

El libro, publicado en la Editorial Notas Universitarias (NUN) en su colección Scholia, con el patrocinio de la Universidad Panamericana, tiene 3 coordinadoras (llama la atención que se utilice precisamente esa palabra “coordinadoras” en vez de “editoras”, mandando una señal de colegialidad, trabajo en equipo, coordinación): Diana Erika Ibarra Soto, María Fernanda Crespo Arriola y Susana A. Ochoa Torres. Por su parte, las plumas encargadas de redactarlo en equipo son 15: Prudence Allen, la única que escribe  sin acompañamiento y, junto con Natalia Stengel Peña (Universidad Anáhuac de Querétaro), que no son miembros del GIEF, Diana Ibarra Soto, María José Gómez Ruiz, Lourdes Giannina Orejel Orejel, Fernanda Crespo Arriola, Susana Ochoa Torres, Cecilia Gallardo Macip, , Luz María Álvarez Villalobos, Mariana Flores Rabasa, María Teresa Villanueva Gómez Crespo, Ruth Verónica Román Martínez, María José García Castillejos, Ana Fernández Núñez y Amelia García Casas.

Cabe decir que no se trata sólo de un trabajo colegial, sino interdisciplinar dadas las diferentes formaciones e instituciones de las autoras: las hay filósofas, maestras en política y en neuropsicología, psicólogas, doctoras en Desarrollo Económico, doctoras en Historia del Pensamiento, especialistas en Género, médicos internistas, maestras en Desarrollo Social, doctoras en Humanidades y Administradoras de Instituciones con maestría en Educación. Las instituciones en donde trabajan son fundamentalmente mexicanas, pero las hay también canadienses y chilenas. Con un caleidoscopio tan variopinto resulta admirable que hayan podido elaborar un trabajo unitario, pleno de sentido, sirviéndose de metodologías diferentes: filosóficas, estadísticas, culturales, artísticas y políticas, por ejemplo.

Por último, cabe agregar que el libro no se limita a ser un ensayo, sino una auténtica investigación. En efecto, cada capítulo concluye con un excelente aparato crítico, para el que quiera seguir profundizando en el tema.

  • Atractivo del libro

El texto resulta interesante y útil tanto para neófitos como para expertos. Para neófitos porque ofrece un mapa bastante completo y matizado de “la cuestión feminista” (quizá debiera decir mejor “femenina”). Se trata de una visión panorámica y a vuelapluma de los desafíos y problemáticas que enfrenta la mujer en el siglo XXI, su modo de comprenderlos, interpretarlos y afrontarlos. El no iniciado se hace una idea bastante completa de lo compleja que es la cuestión femenina, así como de los agravios culturales e históricos que ha sufrido y padece actualmente la mujer. El experto, además de poder beneficiarse de una excelente selección bibliográfica, tiene una visión sintética de los diversos feminismos vigentes en la actualidad, una interesante comparación de los mismos, así como de las respuestas y estrategias que ofrecen a los diferentes problemas de la mujer contemporánea. Finalmente, se le ofrece una visión original, novedosa de un feminismo que, como indica el título, está “centrado en la persona” y puede considerarse “una forma de humanismo”. Digamos que el texto reconcilia feminismo y humanismo sirviéndose de la categoría filosófica de “persona”, y ello constituye, sin lugar a dudas, una extraordinaria aportación original, una nueva veta de pensamiento femenino.

No deja de ser interesante y sugestiva la visión que, del mundo, la persona y la sociedad ofrecen las diferentes corrientes feministas. Uno puede no compartir sus opiniones o las respuestas que ofrecen a los problemas, pero no puede negar que ahí existe un problema, y que las inquietudes son legítimas, aunque en ocasiones las soluciones puedan dejar mucho que desear -el caso, por excelencia, a juicio de quien ahora escribe, es el aborto, como medio para solucionar determinados problemas reales de la mujer-. El reclamo, sin embargo, casi siempre es legítimo, y exige una respuesta, misma que ofrecen las autoras desde una perspectiva humanista.

Detectar cuáles son los problemas y reclamos que le hace el feminismo a la sociedad, la cultura y el mundo, desde las diferentes corrientes feministas resulta, indudablemente, enriquecedor. Al mismo tiempo la obra ofrece un análisis crítico de las diferentes corrientes feministas al abordar un tema en común. Compara planteamientos y respuestas, señalando sus virtudes y sus límites. Constituye así una especie de vademécum al universo feminista, claramente en alza en el mundo actual. Estamos, sin lugar a dudas, en una época en la que, a diferencia del pasado reciente -quizá no el remoto- el protagonismo es de la mujer frente al varón. No puede sino constatarlo el hecho de quien esto escribe trabaja en una universidad con una rectora y, próximamente, el presidente de su país será una mujer.

  • Los seis ensayos. Breve repaso.

El libro está constituido por una introducción, a cargo de las tres coordinadoras y seis capítulos, cinco de ellos originales, uno de ellos clásico, que se pone por primera vez al alcance de los lectores en lengua castellana. Concluye con un apéndice donde presenta a las investigadoras del Grupo Interdisciplinar de Estudios Feministas. Cada uno de ellos es enriquecedor, tanto por su contenido, como por su perspectiva y aparato crítico. Sin embargo, la obra en su conjunto no constituye un rompecabezas embonado a la fuerza o artificialmente, sino que goza de un hilo conductor intelectual de fondo, que es el personalismo y el humanismo.

En el primer capítulo Prudence Allen, conversa al catolicismo, miembro de las Religiosas Hermanas de la Misericordia y elegida en el 2014 para formar parte de la Comisión Teológica Internacional por el Papa Francisco, se cuestiona si “¿Puede el feminismo ser un humanismo?” Y no se trata de cualquier humanismo -no olvidemos que está en boga el “Humanismo Ateo”-, sino un “Humanismo Personalista”, que terminará por ser el hilo conductor de todo el libro. Divide en dos a los diversos grupos de feminismo: los humanistas y los antihumanistas.

Una vez hecha esta salvedad, ofrece una interesante zambullida en la historia del pensamiento, para detectar los diversos tipos de feminismos no antihumanistas que se han dado a lo largo de la historia. Constituye un interesante recorrido sobre el concepto de “mujer” en la historia de la filosofía, agrupado en los siguientes parágrafos: “Humanismo renacentista y feminismo”, “Humanismo ilustrado y feminismo”, “Humanismo marxista y feminismo”, “Humanismo existencialista”, “Humanismo pragmatista secular y feminismo» y, finalmente, “Humanismo personalista”, al que de alguna forma se adscribe la autora. Concluye, muy acertadamente que, mientras las raíces del humanismo fueron cristianas, es decir, no expulsaron a Dios de la ecuación, el feminismo fue humanista. Y en ese sentido, el feminismo original fue un humanismo. Más recientemente, a través de los personalismos francés y polaco, Mounier (1905-1950) y Wojtyla (1920-2005), se ha rescatado una visión humanista que no prescinde del Creador, capaz de integrar dentro de ella al feminismo. Una vez más se comprueba cómo, “sin el Creador la creatura se diluye” (Constitución Pastoral Gaudium et Spes, n. 36 del Concilio Vaticano II).

El segundo ensayo, con el que se concluye la primera parte del libro, simplemente señala la continuidad del GIEF con las líneas maestras trazadas en el primer capítulo por Allen, mostrando así cómo la línea de pensamiento del feminismo humanista, centrado en la persona, goza de gran actualidad. En estos dos ensayos se centra, en líneas generales, la aportación del libro. La segunda parte ofrece más bien aproximaciones a problemas particulares abordados por el feminismo desde diferentes corrientes feministas.

En “Feminismo centrado en la persona: una primera aproximación” Diana Erika Ibarra Soto, María José Gómez Ruiz y Lourdes Giannina Orejel Orejel ofrecen el marco de referencia necesario para abordar la cuestión femenina hoy en día. Los títulos de los parágrafos son más que elocuentes: “La necesidad de revisitar el feminismo” (las cursivas son mías), donde se explica que en realidad hay muchos feminismos y que deben tener una relectura acorde con el avance del pensamiento y la situación actual, es decir, el estudio del feminismo exige un reciclaje. “Delimitaciones teórico-metodológicas del feminismo centrado en la persona”. Es importante este inciso pues en él las autoras hilan fino, delimitando las diferencias entre feminismo centrado en la persona y feminismo personalista, que a primera vista podrían considerarse sinónimos. “La mujer como persona, antes que algo más”. Lo primero es lo primero, y la mujer, antes que nada, es persona. De ahí su igual dignidad respecto al varón. Pero este paso las introduce en la difícil y desafiante misión de definir lo que es una “persona”, y a partir de ahí, establecer con cuál noción de persona van a trabajar. “Implicaciones de un feminismo centrado en la persona” busca resaltar las consecuencias prácticas del desarrollo teórico precedente. En este esfuerzo establecen que el feminismo centrado en la persona es horizontal: es decir, la mujer no es más que el varón, ni una mujer es más que otra. A lo largo del capítulo se van entrelazando las diferentes características del feminismo centrado en la persona que proponen las autoras del capítulo, del libro y del GIEF.

La segunda parte del libro comienza con el ensayo: “La paradoja de la invisibilidad. Perspectivas críticas en torno al género, el trabajo y las técnicas reproductivas”, firmado por Fernanda Crespo Arriola, Susana A. Ochoa Torres y Cecilia Gallardo Macip. Con este texto comienzan las autoras a adentrarse en terrenos complejos y polémicos. Hacen un repaso de las diferentes “olas del feminismo”, considerándolas, en líneas generales, provechosas para la mujer y las niñas. Pero ahora es preciso “ir a las hendiduras del discurso y convertirlas en espacio para la reflexión y la crítica”. Es decir, lo que se ha hecho está bien, pero podría estar mejor.

Abordarán en este breve texto la evolución que ha existido en tres temas delicados: la teoría feminista, el trabajo y la reproducción. Evolución no necesariamente quiere decir progreso pues también ha habido “invisibilizaciones, contradicciones y retrocesos” (p. 117). Para conseguir su cometido se plantean tres preguntas, tremendamente sugestivas: ¿Una sexualidad sin sexo y un feminismo sin mujeres? ¿Qué tan inclusiva ha sido la inserción de las mujeres en el ámbito laboral? ¿La reproducción asistida opera a favor de las mujeres? La conclusión es que no siempre avanzamos para mejorar y que, aún debiéndole mucho a la visión feminista hegemónica, ésta última no puede y no debe sustraerse de una sana crítica, para evitar la instrumentalización y la cosificación de las mujeres.

El capítulo 4 no deja de ser original, aunque aborda un tema en extremo particular, pero no por ello menos interesante: “El artivismo mexicano: una alternativa frente a la paradoja del sistema para erradicar la violencia contra las mujeres” (la cursiva es mía), firmado por Natalia Stengel Peña (Universidad Anáhuac Querétaro y Universidad de Edimburgo), Susana A. Ochoa Torres y Luz María Álvarez Villalobos.

Se trata de una apuesta original: mostrar cómo el arte puede hacer sinergia con la criminalística, para desincentivar la violencia contra las mujeres, sensibilizando a la opinión pública, y dándole visibilidad y presencia al dolor de la mujer en el seno de la sociedad de forma artística. La cultura se pone así al servicio de la mujer, y el arte deja su Olimpo inmaculado para promover el final de la violencia de género. Ofrece además una intuición interesante: “Si la violencia está inscrita en la cultura, es desde ésta donde se debe abordar” (p.168). En efecto, en México en particular y en Latinoamérica en general, la violencia hacia la mujer tiene raíces en el machismo cultural imperante. Es preciso purificar los elementos nocivos de nuestra cultura, como lo es el machismo y la misoginia, y ¿qué mejor modo de conseguirlo que sirviéndonos de la cultura misma?, como sustituta del esquema anterior.

El capítulo 5 aborda temas delicados: “La paradoja de la maternidad: breve reflexión a partir de tres dilemas”, a cargo de Mariana Flores Rabasa, María Teresa Villanueva Gómez Crespo y Ruth Verónica Román Martínez. En efecto, la actitud frente a la maternidad divide los diversos feminismos y, podríamos decir, el feminismo cae o se mantiene -por lo menos en cuanto a su legitimidad- según la valoración que haga de la madre.

La maternidad “se trata de una inclinación natural, inherente a la feminidad, o bien de una práctica construida a partir de los valores e intereses de la cultura dominante”. La discusión entre los diversos feminismos está servida.

Resulta muy interesante cómo las autoras analizan, desde afuera, las diversas posturas al respecto según se trate de los diferentes feminismos, intentando mantener una postura imparcial, aséptica e impoluta, en la medida en que es eso posible. El primer dilema es “La diferencia sexual entre varón y mujer en el contexto de la maternidad”, donde contraponen al feminismo de la igualdad frente al feminismo de la complementariedad. El segundo dilema, la mar de interesante es: “La oposición entre la maternidad como mecanismo de opresión vs la maternidad como vehículo de emancipación”. Para hacerlo compara las posturas de la icónica Simone de Beauvoir (1908-1986) con la de Adrienne Rich (1929-2012). El tercer dilema no deja de ser interesante: ¿Existe el instinto maternal o todo es construido?

Las autoras por fin “se queman” un poco en la conclusión, cuando apoyándose en Robert Spaemann afirman que “no es necesario establecer una dicotomía excluyente entre lo dado naturalmente y lo culturalmente construido. Es más factible suponer que toda la naturaleza se manifiesta culturalmente, al menos en lo que concierne al ser humano” (p. 226). Por eso, “desde el enfoque concreto de un feminismo centrado en la persona… se debe aspirar a propuestas que motiven la esperanza… Creemos que el amor es el factor de síntesis que puede explicar esta aparente contrariedad y sobre el cual invitamos a seguir reflexionando” (p. 227).

El último capítulo se trata del análisis de un caso práctico. “Protesta contra reflexión: los grupos feministas en la universidad”, a cargo de María José García Castillejos, Ana Fernández Núñez y Amelia García Casas. En él se explica cómo la violencia contra las mujeres ha propiciado la creación de Grupos Estudiantiles Feministas (GEF) en las universidades. Sin embargo, las autoras concluyen, que siendo lícita e incluso necesaria la creación de este tipo de iniciativas éstas “deben ser consistentes con la misión académica que caracteriza a la universidad” (p. 231), y exponen un caso en donde no ha sido así.

En su texto proceden ordenada y esquemáticamente. Primero definen lo que son los GEF, luego analizan el papel de la Universidad frente a estos grupos y, finalmente, presentan un caso concreto. Al leerlo no podemos sino recordar experiencias recientes tanto en nuestra sociedad -la marcha de la mujer del 8 de marzo y un día sin mujeres del 9 de marzo- como de nuestra universidad con el performance del colectivo chileno “Las Tesis” llamado “Un violador en tu camino”, que todos vimos representar en las universidades justo antes de la pandemia. Tales iniciativas de alcance continental nos muestran la fuerza, el empuje y el apoyo del que gozan los grupos feministas en la actualidad.

Por su parte a la universidad le interesa la verdad y, por tanto, es su función rescatar todo lo que el feminismo tiene de verdadero y de universal. Pero ello se consigue por la vía de la argumentación y no de la violencia. Para alcanzar este objetivo, las autoras sugieren “prescindir del aspecto político de los grupos feministas -particular- y privilegiar las exigencias sociales que pongan en riesgo la dignidad de cualquier miembro de la comunidad universitaria” (p. 242).

Finalmente, el caso que proponen se trata de un ejemplo de censura universitaria, típica de la cultura woke, contraria al talante universal y dialógico de la institución universitaria. Se trata de un caso de lo que no se debe hacer. No todo, por ser feminista, es bueno.

  • Valoración final del libro.

Como ya se mencionó al principio, se trata de un excelente texto para introducirse en la cuestión femenina en la actualidad. El cual tiene la valentía de proponer una revisión del feminismo, un reciclaje de teorías obsoletas, una confrontación abierta entre los distintos tipos de feminismo y, finalmente, proponer un feminismo centrado en la persona, de corte humanista.

¿Qué le falta? Yo extrañaría -aunque quizá ello ahuyentaría a una parte importante de su público- una crítica más clara y firme a los excesos del feminismo o, por lo menos, a los de algunos grupos feministas. Y en esa línea, un análisis más detallado de las consecuencias negativas del feminismo para la feminidad en primer lugar, para la sociedad en consecuencia. En el primer caso, podríamos poner, por ejemplo, la foto icónica de una mujer que incendia una iglesia católica en Chile. En el segundo caso, señalar cómo, gracias a ciertas corrientes de feminismo, la maternidad cada vez se considera menos una opción válida para la mujer, un modo de realizarse, con todo lo que eso implica para la sociedad. Desde el eco-feminismo que busca clausurar los vientres femeninos para cuidar del planeta, hasta el que fomenta el lesbianismo o la cultura Dinky (no tener hijos para tener un más alto nivel de vida y realizarse). Pero, ¿quién sabe?, tal vez esta crítica personal se deba a que soy varón y no alcanzo a comprender de fondo las razones femeninas.