Ante todo, me parece que no es lo más adecuado plantearse la cuestión en esos términos, porque se le otorga un protagonismo excesivo a la noción de pecado. La perspectiva positiva es más atractiva: ¿me pide Dios votar o no? ¿Le agrada a Dios que vote? ¿Me sirve a mí y a mi sociedad el voto? ¿Puede verse el voto como una forma de practicar la caridad social? De todas formas, plantearse la cuestión del pecado sirve como un marco de referencia razonable, que funciona de manera análoga a los límites de un campo de fútbol que delimitan el terreno de juego.

Espigando el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, así como el Catecismo de la Iglesia Católica no encontré mucho material al respecto. El número 191 del Compendio afirma lo siguiente:

“la participación solidaria de los ciudadanos en los destinos de la propia comunidad, requiere una obra informativa y educativa.Una consideración cuidadosa merecen, en este sentido, todas las posturas que llevan al ciudadano a formas de participación insuficientes o incorrectas…  y en la praxis de limitarse a la expresión de la opción electoral, llegando aun en muchos casos, a abstenerse”.

Como se puede observar, se trata de una visión magnánima de la genuina ciudadanía cristiana. Es deber del católico participar de la vida pública en la medida de sus posibilidades, de forma que limitarse a ejercer el voto es ya una restricción. El texto manifiesta que se puede incluso llegar a no votar, lo que sería el colmo de la irresponsabilidad social. No habla, sin embargo, en términos de pecado o no. Se entiende, sin embargo, que la irresponsabilidad y, en su caso, la pereza y el desinterés, causantes de la ausencia del voto, pueden ser en sí mismos pecado, normalmente leve.

El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece más pistas y trata en diversas partes la cuestión. En su número 1915 nos dice: “Los ciudadanos deben cuanto sea posible tomar parte activa en la vida pública”. Más adelante vuelve a insistir en el asunto: “2239 Deber de los ciudadanos es cooperar con la autoridad civil al bien de la sociedad en espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad. El amor y el servicio de la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad”.

La formulación de la doctrina, como no podría ser de otra manera después del Concilio Vaticano II, es eminentemente positiva; más que señalar lo que está mal, pone el acento en lo que está bien, en este caso: “tomar parte activa en la vida pública” y “cooperar con la autoridad civil”, señalando de paso que ello forma parte “del orden de la caridad”. Podríamos decir que cumplir con nuestras obligaciones civiles es un deber de gratitud y de caridad con la sociedad que nos ha visto crecer.

Pero la referencia más directa al tema la encontramos en el punto 2240 del Catecismo:La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país”. Digamos que pone el ejercicio del voto al mismo nivel que el pago de impuestos -deber de justicia-. Nuevamente omite hablar de términos de pecado o no pecado, pero habla de una exigencia moral. No especifica si esa obligación es grave o no; al no hacerlo, se supone que es leve.

Por lo tanto, traduciendo esta formulación a los términos de “pecado o no pecado”, se puede afirmar que no votar es pecado leve, pues al no estar dicho expresamente que se trata de una obligación grave, no se puede deducir del texto que la falta sea de materia grave. Pero por tratarse de una exigencia moral, de un deber, se entiende que no cumplirlo es una falta en materia leve contra la virtud de la justicia y contra el 4º mandamiento de la ley de Dios (lugar del Catecismo donde se encuentran los últimos dos textos citados).

Nuevamente, respondiendo a la pregunta sobre si es pecado y, en su caso, que tipo de pecado sería abstenerse de votar, puede responderse, con base en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia y especialmente, del Catecismo de la Iglesia Católica, que es pecado venial, contra la justicia, el cuarto mandamiento, la caridad social y, en su caso, un pecado de pereza, de apatía e irresponsabilidad.