“Si comprendes, no es Dios” (San Agustín).

Probablemente todos, en mayor o menor medida, experimentamos alguna vez en nuestras vidas amargura, frustración, tristeza o desesperanza. No tiene nada de particular, es parte de la condición humana, herida por el pecado original y enconada por nuestros pecados personales. La Sagrada Escritura es una maravilla divina y humana a la vez. En ella podemos ver reflejados nuestros sentimientos negativos, pues sus protagonistas, hombres como nosotros, los experimentaron, lo cual queda reflejado en el texto sagrado. Eso nos sirve para no sentirnos extraños o fuera de lugar cuando los sentimos. Tenemos la confianza de que, de algún modo misterioso, “forman también parte del plan de Dios” para con nosotros y nuestras vidas.

A continuación, viene un elenco de textos bíblicos, en los cuales queda reflejada la flaqueza humana, por un lado, y la seriedad del juicio de Dios, por otro. Son pasajes que personalmente siempre me han intrigado y, de alguna forma, “comprendo que no comprenda”; lo cual significa que Dios, sus designios, sus planes, son misteriosos, más grandes que yo, no puedo abarcarlos. Algunos constituyen una instantánea de un momento malo en algunos de nuestros héroes bíblicos, como Moisés, Elías o Jeremías, que luego dejan paso al final feliz de su historia. Otros son más tristes e inquietantes, porque son definitivos, como es el caso de Saúl y Esaú. Algunos, finalmente, constituyen una advertencia sobrecogedora, como los de las cartas de san Pedro, san Juan, o la Epístola a los Hebreos, los cuales simplemente no entiendo, y me imponen un profundo respeto.

Personalmente me ayudan a no sentirme sólo cuando experimento algunos de esos sentimientos, y me maravilla ver cómo Dios puede servirse de la flaqueza humana para realizar su plan. También me sirven para la humildad, pues me recuerdan que no tengo la certeza de la propia salvación, lo cual me conduce a pedírsela una y otra vez a Dios, como un niño pequeño. Finalmente, sólo agregar, que el título es un oxímoron, una paradoja, pues su propia formulación es contradictoria: “Evangelio” significa “buena nueva” o “buena noticia”; la desesperanza es todo lo contrario. Con ello sólo quiero sacar a relucir el hecho de que “Dios escribe derecho en renglones torcidos”; reflejar el misterio de Dios, que del mal saca bien o, como diría Javier Sicilia, en la Palabra de Dios puede descubrirse el “reflejo de lo oscuro.” Sólo espero que esta recopilación de textos a nadie le arrebaten la esperanza, sino que le sirvan de consuelo, al saber que muchos estamos en busca de ella, y cómo eso queda reflejado en la Palabra divina y en la historia de la salvación.

  • 1 Samuel 15, 23b-26: “Porque has rechazado la palabra de Yahveh, Él te rechaza para que no seas rey. Saúl dijo a Samuel: «He pecado traspasando la orden de Yahveh y tus mandatos, porque tuve miedo al pueblo y le escuché. Ahora, pues, perdona mi pecado, por favor, y ven conmigo para que adore a Yahveh» Pero Samuel respondió a Saúl: «No iré más contigo; ya que has rechazado la palabra de Yahveh, Yahveh te ha rechazado para que no seas rey de Israel»”
  • Jeremías 20, 14-18: ¡Maldito el día en el que nací! ¡el día que me dio a luz mi madre no sea bendito! ¡Maldito aquel que felicitó a mi padre diciendo: «Te ha nacido un hijo varón», y le llenó de alegría! Sea el hombre aquel semejante a las ciudades  que destruyó Yahveh sin que le pesara… ¡Oh, que no me haya hecho morir desde el vientre, y hubiese sido mi madre mi sepultura, con seno preñado eternamente!  ¿Para qué haber salido del seno, a ver pena y aflicción, y a consumirse en la vergüenza mis días?”
  • Job 3, 1-16: Después de esto, abrió Job la boca y maldijo su día. Tomó Job la palabra y dijo: «¡Perezca el día en que nací, y la noche que se dijo: ‘Un varón ha sido concebido!’ El día aquel hágase tinieblas, no lo requiera Dios desde lo alto, ni brille sobre él la luz. Lo reclamen las tinieblas y las sombras, un nublado se cierna sobre él, lo estremezca un eclipse. Sí, la oscuridad de él se apodere, no se añada a los días del año, ni entre en la cuenta de los meses. Y aquella noche hágase inerte, impenetrable a los clamores de alegría. Maldíganla los que maldicen el día… Sean tinieblas las  estrellas de su aurora, la luz espere en vano, y no vea los párpados del alma. Porque no me cerró las puertas del vientre donde estaba, ni ocultó a mis ojos el dolor. ¿Por qué no morí cuando salí del seno, o no expiré al salir del vientre? ¿Por qué me acogieron dos rodillas? ¿por qué hubo dos pechos para que mamara? Pues ahora descansaría tranquilo, dormiría ya en paz… O ni habría existido, como aborto ocultado, como los fetos que no vieron la luz.”
  • Mateo 13, 10-15: “¿Por qué les hablas en parábolas? Él les respondió: «es que a vosotros se os ha dado a conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane.»”
  • Marcos 4, 11-12: “Él les dijo: A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.”
  • Lucas 11, 24-26: “Cuando un espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: «Me volveré a mi casa, de donde salí.» Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio.”
  • Hebreos 6, 4-6: “Porque es imposible que cuantos fueron una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, saborearon las buenas nuevas de Dios y los prodigios del mundo futuro, y a pesar de todo cayeron, se renueven otra vez mediante la penitencia, pues crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia.”
  • Hebreos 10, 26-31: “Porque si voluntariamente pecamos después de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por los pecados, sino la terrible espera del juicio y la furia del fuego pronto a devorar a los rebeldes. Si alguno viola la Ley de Moisés es condenado a muerte sin compasión, por la declaración de dos o tres testigos. ¿Cuánto más grave castigo pensáis que recibirá el que pisoteó al Hijo de Dios, y tuvo como profana la sangre de la Alianza que le santificó, y ultrajó al Espíritu de la gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza; ya daré lo merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Es tremendo caer en las manos del Dios vivo!”
  • Hebreos 12, 16-17: “Que no haya ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida vendió su primogenitura. Ya sabéis cómo luego quiso heredar la bendición; pero fue rechazado y no logró un cambio de parecer, aunque lo procuró con lágrimas.”
  • 2 Pedro 2, 20-22: “Porque si, después de haberse alejado de la impureza del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se enredan nuevamente en ella y son vencidos, su postrera situación resulta peor que la primera. Pues más les hubiera valido no haber conocido el camino de la justicia que, una vez conocido, volverse atrás del santo precepto que les fue transmitido. Les ha sucedido lo de aquel proverbio tan cierto: «el perro vuelve a su vómito» y «la puerca lavada, a revolcarse en el cieno»”
  • 1 Juan 5, 16: “Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y le dará vida -a los que cometan pecados que no son de muerte pues hay un pecado que es de muerte, por el cual no digo que pida-. Toda iniquidad es pecado, pero hay pecado que no es de muerte”

En definitiva, Dios y sus designios son un misterio, que impone respeto e infunde un sano temor de Dios. Al mismo tiempo, paradójicamente, ese “no entender” ayuda “a comprender” mejor al mundo y sus vicisitudes o a la propia vida. Como diría el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 43): “Es preciso recordar, en efecto, que «entre el Creador y la criatura no se puede señalar una semejanza tal que la desemejanza entre ellos no sea mayor todavía» (Concilio de Letrán IV: DS 806), y que «nosotros no podemos captar de Dios lo que Él es, sino solamente lo que no es, y cómo los otros seres se sitúan con relación a Él» (Santo Tomás de Aquino, Summa contra gentiles, 1,30).”

7-VIII-2023