¿La Iglesia y el rock están peleados? Pregunta Marko, estudiante de Derecho.

Antes que nada, debo confesar un pecado de origen: no soy imparcial, me encanta cierto tipo de música rock, aunque no soy especialista en géneros musicales. Si fuera pecado o estuviera mal necesitaría confesarme, pues me fascinan grupos como Metallica, Nirvana, Guns N´Roses, Bon Jovi, Pink Floyd, entre otros. Es verdad que no es “lo último”, ¡qué le vamos a hacer!, los años no pasan en balde y uno recuerda con especial apego la música de cuando era más joven. Pero algunas de sus baladas pueden considerarse clásicas e intemporales.

Debo precisar también que no todo mundo en la Iglesia piensa igual. Por ejemplo, al Papa Emérito, Benedicto XVI, con gran sensibilidad musical, pues toca el piano y disfruta enormemente de la música clásica, particularmente Mozart, no le gusta. Para cierto sector del catolicismo, ávido de encontrar influencias demoniacas, muchos grupos y  canciones son satánicas. En esto coinciden también algunos grupos evangélicos, proclives al puritanismo, que tienen la ociosidad de “poner las canciones al revés” para ver si tienen ocultas alabanzas a satán. Personalmente no creo que el demonio esté tan presente, como algunos piensan, en estos fenómenos musicales. Creo, y posiblemente me equivoque, que algunos se sirven del demonio como estrategia comercial, como para decir: “Yo sí soy malo, síganme los chicos malos”. No es que lo justifique o que me parezca bien, simplemente no creo que se trate de gente poseída o que realmente le dé culto al demonio.

stairway to heaven

Como en todo, es preciso diferenciar los elementos de la cuestión para resolver el problema. Aquí me atengo a un principio básico de la moral: obrar mal de forma que sea imputable requiere advertencia, darse cuenta, ser consciente de que uno está actuando mal y hacerlo porque uno quiere. Uno puede obrar mal por inadvertencia, pero en ese caso no es imputable la falta, en términos coloquiales, no es pecado. Nadie peca sin darse cuenta o sin querer. ¿Y esto para qué me sirve? Pues para descartar de un plumazo cualquier escrúpulo porque determinada canción, si la escuchas al revés, alabe al demonio. ¿Por qué? Porque en ese caso el que escucha y disfruta de la canción, ni quiere alabar al diablo, ni se da cuenta de ello. Si al diablo le sirve eso de alguna forma como “premio de consolación” no lo sé, pero no lo creo.

Así, por ejemplo, Jared, un alumno de Derecho, me comentaba en el descanso —mientras disfrutábamos de “Stairway to Heaven” de Led Zeppelin—, que si se escuchaba al revés tenía mensajes ocultos; en ese caso ocultos quedarán, pues no pienso correr la canción al revés, y me quedo con la parte de belleza que tiene, con la conciencia tranquila de que toda auténtica belleza puede llevar a Dios, en este caso, literalmente al cielo.

Algo análogo sucede con canciones que para algunos tienen mensajes malignos cifrados, como “Hotel California”, un auténtico himno de Eagles, que hablaría de un culto satánico en California. Debo confesar también que en dos ocasiones he tenido la oportunidad de pasar por un hotel en Baja California que presume de ser el auténtico “Hotel California” de la canción, la cual también me gusta mucho y, nuevamente, al no ser algo explícito, no creo haberle quitado gloria a Dios ni haber dado culto al demonio, y pienso que lo mismo le sucede a todos aquellos que la disfruten.

Hotel California

Ahora bien, algunas canciones o grupos sí que son más explícitos, y contienen en sus nombres o en sus letras alabanzas explícitas al demonio o blasfemias. Incluso, es conocido que algunas bandas noruegas de Black Metal promovieron quema de iglesias, profanación de tumbas, homicidios y suicidios en los 90s del siglo XX, pero se trata de un movimiento marginal. Nuevamente cuenta el tema de darse cuenta o no. Muchas personas no entienden inglés, de forma que les atrae el ritmo o la melodía. Si nunca se aperciben del contenido maligno de lo que escuchan no se les imputa la falta. Aquí nos encontramos con una cuestión de sensibilidad, y más que estar señalando si es pecado o no, es mejor atender a cuáles son mis valores y mi identidad. Es decir, y es una idea muy querida por Francisco, nadie puede suplantar mi conciencia, no es ni siquiera deseable. Pero yo tengo obligación de buscar la verdad y formarme la conciencia, y de esa forma me daré cuenta si es irrelevante o no escuchar determinada canción o grupo.

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Con un ejemplo se puede entender. Supongamos que yo amo mucho a mi patria, como es lo normal. Difícilmente escucharé con agrado una canción que la insulte o se burle de ella, por más buen ritmo que tenga. Lo mismo, si pudiera ser así, si hubiera una hermosísima canción que insulte a mi madre. Jamás la escucharía, por lo menos yo. El arte también puede ponerse al servicio del mal, como ha sucedido en la Alemania Nazi. Pues si una canción insulta mis valores o mi fe, preferiré no escucharla. Si no fuera así, quizá es que no tengo tan arraigada ni mi fe, ni mis valores.

Rave

También es cierto que fenómenos asociados al rock y a la música en general se han vinculado con el sexo desenfrenado y las drogas. De Woodstock en 1969 a los rave, festivales de música electrónica en la actualidad, ha sido una constante el trío: sexo, drogas y rock. Obviamente tal estilo de vida permisivo, y que ha llevado a la prematura muerte de muchos artistas de la talla de Amy Winehouse o Kurt Cobain no se compagina con la dignidad humana y con cualquier forma auténtica de religiosidad. Pero también es cierto que los mismos rockeros se han manifestado en contra del consumo de drogas, en algunos casos a partir de experimentarlas en carne propia, como Jon Bon Jovi, y la reflexión crítica al respecto ha inspirado canciones, como «Master of Puppets» de Metallica.

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De todas formas, muchas veces el rock es profundo y te plantea agudas cuestiones humanas; incluso dramas espirituales, como “Losing my Religion” de R.E.M., o bastantes canciones de Dolores O´Riordan. Incluso Bob Dylan, uno de los rockeros más legendarios, ganó el Premio Nobel de Literatura y, lo mismo que O´Riordan, le cantó a san Juan Pablo II. No cabe entonces oponer rock e Iglesia. De hecho, el mensaje cristiano está llamado a encarnarse en la cultura, y el rock, querámoslo o no, es cultura; mejor si en ella no está ausente Cristo. No se trata solo de que haya grupos como Hillsong que cantan música cristiana y ganan Grammys, sino también de cristianos que vuelvan a hacer buena música, también rock, sin que sea expresamente religiosa.

Por último, me parece que resulta más disolvente de las costumbres el reggaetón, baste pensar en las letras de Ozuna, que el Heavy Metal. La razón es obvia, suelen ser obscenas explícitas, pegajosas y de nula calidad musical. La belleza está ausente, dejando espacio al morbo. En cambio, algunos grupos de Metal se inspiran también en la Biblia, como Metallica y su «Creeping Death» (narra la historia del ángel exterminador de las plagas de Egipto). En fin, en líneas generales no creo que pueda decirse que rock e Iglesia están peleados, habría que ver caso por caso; algunas canciones sí, pero no es la generalidad ni mucho menos.

Ozuna